Hace mucho tiempo, existía una Niña Buena que le habían quitado su caperuza roja y en su lugar le dieron un vestido blanco para que recordara que debía ser buena y noble sin importar la ira que sintiera, sin importar las consecuencias, tenía que ser una Niña Buena.
Ella vivía rodeada de su familia que la amaba y de sus amigos del bosque tranquilo que la veneraban y cuidaban de todo lo malo que existía más allá de los límites de lo conocido, justo donde comienza el Bosque llamado Vida. Era muy feliz y vivía soñando con su felicidad y su amor, con su vestido blanco brillante y sus ojos llenos de inocencia y felicidad.
Sin embargo, un día, un extraño llegó al bosque y se acercó a la Niña Buena, y se acercaba a ella con susurros y rumores sobre una enfermedad que afectaría a su familia y sus amigos y los volvería violentos y sanguinarios. Para ella, que desconocía el dolor y el miedo, los rumores del extraño la inquietaban y poco a poco surgió en ella un sentimiento desconocido tan fuerte que la asfixiaba en cada paso y la inquietaba.
Con ese sentimiento atrapado en su pecho, al caminar por los límites de su hogar en lugar de hacerlo de manera segura y confiada, ahora se tropezaba con cualquier rama y se sobresaltaba de cualquier sombra y ruido que sentía cerca. Con el paso del tiempo se volvió una Niña Buena temerosa y nerviosa y esto preocupó a su familia y amigos.
Sus preocupaciones les llenaron de ideas la cabeza y esto los llevó a pensar cómo podían ayudar a su Niña Buena. Hablaban entre ellos, cuestionando y preguntándose el porqué ella estaba tropezando con las rocas y su vestido se llenaba de rasguños y de suciedad. ¿De qué tenía miedo? ¿por qué estaba nerviosa? ¿Qué hacía la Niña Buena mientras caminaba? Para resolver estas dudas decidieron seguirla en sus caminatas por los límites del hogar. Por otro lado, la Niña Buena no dormía ya que sentía los ojos de vigilantes la observaban y le susurraban al oído las palabras del extraño que de nuevo advertía sobre las criaturas sanguinarias y violentas que le querían hacer daño.
Un día, mientras la vigilaban, ella decidió alejarse de los límites del hogar y caminó por mucho tiempo hasta que llegó a un sitio rodeado de neblina y ahí encontró al extraño sentado en una roca. Este le dijo que la enfermedad había infectado a su familia y amigos, a todo lo que conocía y que por ello tenía que huir. Con un tono seductor la invitó a que la acompañara a su reino, pero ella estaba dudosa aún. Corrió lejos del seductor, pero pronto comenzó a escuchar las voces de su familia y amigos que gritaban con dolor su nombre y estos gritos perforaban sus oídos y corazón.
Estaba tan asustada que no se dio cuenta del acantilado que se ocultaba detrás de la neblina y al huir de los gritos cayó en un arbusto de espinos bajo el mismo. La familia y amigos, la vieron contra el piso cubierto de espinos y se apresuraron a rescatarla y llevarla a casa, mientras estaba inconsciente. En la caída perdió la vista y se sumergió en la oscuridad.
Cuando ella despertó, sólo vio oscuridad y ella creía que seguía en la parte salvaje del bosque. Agudizó sus oídos y se levantó del lecho en el que estaba para encontrar su camino a casa. Al caminar tropezaba con todo a su paso, y su vestido blanco se ensuciaba de tierra, la sangre de sus heridas y de los restos de objetos con los que tropezaba y la llenaban de barro y óxido. Todo lo que tocaba se impregnaba en ella y poco a poco se convirtió en un montón de barro y ramas andantes, una criatura irreconocible.
Mientras tanto la familia y los amigos, al regresar a donde estaba la niña, vieron todo destrozado y cubierto de sangre. Temían lo peor. Lamentaron en ese momento no haberle enseñado a andar con cuidado y reconocer los peligros de los cazadores hambrientos, las sombras que plantaban semillas de dudas que comían las personas y las convertían en alimento de la naturaleza muerta y fría. Corrieron a buscarla, pero al llegar a los límites del hogar, vieron una criatura espantosa y para evitar que se acercará a sus dominios le lanzaron palos y piedras para ahuyentarla, mientras le gritaban para espantarla y alejarse.
En eso, la Niña Buena reconoció las voces de su familia y amigos, se sintió traicionada y atormentada porque lo que le había dicho el extraño se había vuelto realidad. Su mundo y lo que amaba se había convertido en algo violento y oscuro y no sabía cómo sobrevivir a ello.
Asustada, se alejó de su hogar y se adentró al Bosque llamado Vida. Vagó por muchos años sola y perseguida por los monstruos y depredadores del bosque que la golpeaban y abusaban de ella cada que la veían pasar. Por su aspecto, no podían devorarla, porque no querían enfermarse y morir. Después de todo, no es bueno comer lo que está echado a perder.
En una de sus travesías, reconoció la voz del extraño que se reía de ella y aunque muy molesta intentó alejarse de él, éste se acercó amenazante y le dijo de nuevo que la acompañara a su hogar. Susurraba en su oído:
– Mi trabajo se acerca a su fin – decía con siniestra voz – Ven conmigo. –
Al escucharlo, se llenó de furia, pero recordó lo que le habían enseñado y se esforzó por no escuchar ese fuego interno. Aún con todo, seguía siendo la Niña Buena que le habían dicho que fuera.
Un día pasó cerca de una cascada y se acercó al río, recordando el cauce que corría cerca de su antigua casa. Llena de nostalgia se asomó al reflejo de su flujo y al ver su reflejo se asustó. Estaba irreconocible. Se había convertido en un monstruo y al ver esto, comenzó a llorar desconsoladamente y en eso escuchó la voz del extraño que le habló y esta le dijo:
-Al fin mi obra está completa. – se reía – Por fin me llevaré tu cuerpo a donde pertenezco, tu alma a donde vivo, que lindo escuchar los sollozos de una Niña Buena traicionada en el silencio de la noche. ¡Que maravilla escuchar su eco arrullando a las pesadillas y a los horrores! ¡Que delicia abrazar a una piel temblorosa y unos pies lastimados para endurecer mi corazón y ennegrecer mi alma! Que hermoso ver tanta inocencia colapsada. –
Al escuchar esas palabras, la furia de la niña se encendió y en ese momento, comenzó a llorar desconsoladamente. Primero agua, luego sangre y sintió el fuego en su piel, en sus mejillas y quemando sus ropas y el barro que la rodeaba. Cuando este fuego la envolvió, el ahora extraño reveló su identidad como demonio y éste tembló. El miedo lo congeló y en este punto la Niña se acercó y comenzó a lanzar las bolas de barro encendido que salían de su piel ardiente. El demonio salió corriendo y le gritaba:
– “No puedes huir de mis garras, ni del temor de Traición. Me las pagarás.- gritó – Volveré y tú serás parte de mi casa, no tendré dudas.”-
Cuando el demonio se alejó, la niña se acercó al río y enjugó la sangre de su piel. Poco a poco recobró su aspecto y aunque estaba avergonzada por haber desobedecido a su familia, al lavar su sangre y ver que había vuelto a la normalidad, perdonó su rebeldía que le había dado una segunda vida.
A la orilla del río había rosas rojas y hiedra, además de palos y piedras con las que improvisó una vestimenta y se lanzó al bosque. Con su sangre ardiente evitó que la arrastraran a la oscuridad y poco a poco aprendió a cazar y a dominar el bosque. Se armó de pieles y armas, mientras que las criaturas del bosque la llamaron ahora La Mujer Roja, la reina del Bosque.
Después de cierto tiempo, comenzó a sentir nostalgia y recordó su hogar, preguntándose si seguía en pie. Si algún día tendría el valor para ir a su antigua casa y si encontrará otra Niña Buena en su lugar.
Continuará…